
El Cuerpo como Altar: Habitarte También es un Acto de Magia y Place
Share
Tu cuerpo no está aquí para ser corregido. Está aquí para ser amado.
Cada pliegue, cada cicatriz, cada centímetro de tu piel es una ofrenda a la diosa que vive en ti. No viniste a esta tierra para observarte desde el juicio, sino para habitarte con presencia, deseo y ternura. Tu cuerpo es altar y también es oráculo. Cuando lo escuchas, cuando lo respetas, cuando lo tocas con devoción… estás recordando tu poder.
El placer no es egoísmo. El placer es sagrado. Es un lenguaje que el alma utiliza para decir: “estás viva”. Y el amor propio no es una meta: es una práctica. Es un camino diario de reconciliación con lo que eres, no con lo que deberías ser.
Te han dicho que el placer es algo que se gana. Que debe estar ligado al otro. Que hay que merecerlo.
La verdad es esta: el placer es tu derecho de nacimiento.
Y el cuerpo, cuando se habita sin culpa, se convierte en un canal de magia.
Tu cuerpo es tu primer altar. Y cada vez que te habitas con presencia, estás haciendo un conjuro.
Decreto sagrado para habitarte con placer y amor:
Respira profundo. Lleva una mano a tu corazón y otra a tu vientre. Léele esto a tu cuerpo en voz alta, como quien le reza a una divinidad:
“Yo soy templo. Yo soy placer. Yo soy amor que se elige a sí mismo.
Habito mi cuerpo con dulzura, sin juicio, con fuego y ternura.
Cada caricia que me doy es un acto de poder.
Cada vez que me escucho, mi magia se enciende.
No me debo nada. Ya soy toda.”
No necesitas estar completa para amarte. Amarte es lo que te completa.
Te amo. — La Crow